No tengo argumentos para refutar a la gente que adopta una dieta vegetariana o vegana por razones de salud, religiosas, medioambientales o éticas. Sin embargo, me opongo vehementemente a los proselitistas que distorsionan la ciencia y los consejos nutricionales que se ofrecen a más del 90 por ciento de los que decidimos consumir alimentos de origen animal, que incluyen pollo y carnes rojas, en cantidades moderadas.